- ¿Qué es la depresión y qué síntomas tiene?
La depresión puede ser un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas, o bien aparecer como síntoma asociado a otra entidad o trastorno, por ejemplo, como consecuencia de una enfermedad. Consiste en un estado de ánimo bajo, con pérdida del interés en casi todas las áreas y actividades, lo que representa un cambio drástico en la manera de ser de la persona, previo a la aparición de estos síntomas, y con características agregadas como la alteración del apetito, alteraciones del sueño, afectación o enlentecimiento psicomotriz, disminución de energía, sentimientos excesivos o inadecuados de inutilidad, sentimientos de culpa, dificultades de pensamiento o concentración e ideas de muerte o suicidio recurrente. También se presentan sentimientos de tristeza, de desamparo, amor propio disminuido, sentimientos de que la seguridad está amenazada debido a la pérdida de algo o alguien que la garantizaba e incapacidad de enfrentarse solo a las diferentes exigencias de la vida.
Es importante mencionar el DSM IV, tanto por su peso dentro de las concepciones médicas como porque consiste en una forma diferente de clasificación. En este manual la depresión se incluye dentro de los trastornos afectivos y se divide en trastorno depresivo mayor (episodio único y recidivante), trastorno distímico y trastorno depresivo no especificado, clasificación que se basa sobre todo en la presentación y duración de síntomas como:
- Estado de ánimo deprimido.
- Notable disminución de placer o de interés en todas o casi todas las actividades habituales.
- Disminución o aumento significativo del apetito y del peso corporal.
- Insomnio o hipersomnia.
- Fatiga o pérdida de energía.
- Sentimientos excesivos o inadecuados de inutilidad.
- Ideas de muerte recurrentes.
- Factores que influyen en la depresión del adolescente.
El crecimiento cognoscitivo de la pubertad permite que el adolescente se evalúe desde el punto de vista moral. En vista por las demandas impuestas por la vida puede sentirse indigno o falto de valores siendo frecuentes la disminución de la autoestima. Otro factor que influye en la depresión es la falta de moderación del pensamiento, ya que el joven parece vivir en un mundo de todo o nada dando a hechos triviales una importancia desmedida reaccionando de una manera dramática y terminable.
Los adolescentes que presentan baja autoestima, que son autocríticos o que perciben poco sentido de control sobre eventos negativos presentan un riesgo adicional de deprimirse cuando experimentan sucesos generales de estrés.
En algunas formas de depresión se hereda cierta vulnerabilidad biológica, esto ocurre especialmente en la depresión bipolar. La depresión mayor también aparece en generaciones continuas en algunas familias. No obstante puede presentarse en individuos sin antecedentes familiares de depresión.
Las niñas adolescentes presentan el doble de posibilidades de experimentar depresión que los niños.
Entre los factores de riesgo se encuentran:
- Eventos estresantes de la vida, particularmente la pérdida de uno de los padres por muerte o por divorcio.
- Maltrato infantil, tanto físico como sexual.
- Atención inestable, falta de habilidades sociales.
- Enfermedad crónica.
- Antecedentes familiares de depresión.
La depresión también está asociada con trastornos en la alimentación, particularmente bulimia.
De las variables consideradas, las diferencias más relevantes en depresión se registran en relación con el género, siendo éste mayor en mujeres que en hombres. Se observó también una mayor presencia de sintomatología depresiva en adolescentes inmigrantes con respectos a los autóctonos, hay que pensar entre otras causas, en la vivencia del desarraigo y en los problemas de inadaptación y exclusión.
- Tipos de depresión.
En algunas personas la depresión puede ser intensa y manifestarse en forma de ataques que duran semanas. Para otras personas la depresión puede ser menos severa pero persistir de manera no aguda durante años.
Los médicos que tratan la depresión hacen una distinción de estas dos formas: la más severa y la de menor duración se diagnostica como depresión mayor, y la de mayor duración, pero menos severa como distimia. Una tercera forma de depresión que puede llegar a diagnosticarse es el trastorno adaptativo con ánimo depresivo. Alude a una reacción depresiva ante un acontecimiento específico de la vida.
El trastorno bipolar es otra afectación depresiva que involucra periodos de depresión mayor combinados con periodos de manía. Manía es el término utilizado para describir un ánimo exaltado y explosiones exageradas de energía y actividad poco usuales.
En referencia a la depresión mayor, pese a sus indudables semejanzas, algunas características diferencian la depresión infantil de la adulta. La depresión de niños y adolescentes suele tener un inicio insidioso y un curso crónico, (en adultos predomina un inicio agudo y un curso episódico). En prepúberes la diferencia entre sexos es semejante o con predominio de varones. Comparadas con las familias de adultos depresivos en las familias con menores depresivos hay un mayor número de sujetos con bipolaridad, trastorno antisocial y trastorno por consumo de sustancias. Un mayor número de menores depresivos que de adultos depresivos desarrollan trastorno bipolar. Las molestias somáticas acompañan frecuentemente los cuadros infantiles, especialmente los dolores abdominales, las cefaleas y las náuseas. Las alucinaciones son infrecuentes, especialmente en los niños pequeños. Los delirios se presentan sobre todo en adolescentes. Las ideas de suicidio se dan prácticamente con la misma frecuencia en niños y adolescentes, aunque los intentos ocurren más a menudo en los segundos.
Si la depresión mayor ha tenido dificultades para ser diagnosticada en menores, mucho más las ha tenido el trastorno distímico o depresión menor, pero en los últimos años algunos trabajos han venido a formalizar la aceptación de esta variante de trastorno afectivo en la psicopatología infantil y juvenil.
- Prevención de la depresión en niños y adolescentes.
Los trastornos depresivos corresponden a trastornos comunes e incapacitantes, cuya incidencia sufre un incremento particularmente después de la pubertad, lo que ha motivado un interés creciente en desarrollar estrategias que permitan afrontar anticipatoriamente este momento interviniendo en niños y adolescentes. Un factor que ha contribuido a este interés son los estudios que sugieren que un primer episodio depresivo hace más vulnerable a la persona para el desarrollo de episodios posteriores. Existe alguna evidencia de que el primer episodio depresivo aparece más correlacionado con la existencia de estresores psicosociales en la vida de la persona que los posteriores, lo que indica que este aumento de la vulnerabilidad podría estar mediado por un proceso de desensibilización biológica. Este interés a llevado a generar tanto programas de prevención universal como dirigido a poblaciones específicas, observándose un incremento importante de la investigación en el área. Naturalmente la mayoría de estas investigaciones se han desarrollado en el ámbito escolar, por su carácter estratégico para el desarrollo de acciones preventivas en niños y adolescentes.
- Programas preventivos.
Los programas preventivos que se han desarrollado comparten varios elementos en común. En general tienen su fundamento en la teorías cognitivo conductuales de la depresión y emplean las estrategias y técnicas desarrolladlas desde este enfoque para el tratamiento de la depresión. El tratamiento cognitivo conductual de la depresión busca que la persona desarrolle ciertas habilidades y formas de comportamiento que reducirán la experiencia depresiva dada la efectividad que ha demostrado esta forma de tratamiento, se ha supuesto que estas habilidades y comportamientos podrían ser enseñados, en forma de talleres grupales, antes de que la persona se deprima, permitiendo así evitar que se desarrolle una depresión.
Con esta base clínica los problemas se han centrado en desarrollar factores protectores a nivel individual, fundamentalmente de tipo cognitivo, con poca consideración de otros factores psicosociales. Entre sus bases teóricas más relevantes están las teorías de la depresión de Beck, Lewinson y Seligman. Solo algunos pocos programas han considerado intervenciones el taller con los niños o adolescentes. Los que han hecho esto, básicamente han considerado talleres para padres, en general muy breves, de 3 sesiones aproximadamente. Una excepción a esta tendencia la constituyen algunos programas de fortalecimiento de competencias parentales y de vinculación madre hijo, en particular con hijos con madres con depresión. Con una perspectiva más social en algunos países se ha optado por fortalecer centros de unidades extraescolares y mejorar la calidad de los programas en ellos implementados, con el objetivo, entre otros, de prevenir trastornos psicopatológicos en los niños y jóvenes.
Los talleres de los programas centrados en los niños y adolescentes están habitualmente manualizados, configurando protocolos sistemáticos que permiten su replicación y la capacitación de los facilitadores. Los manuales desarrollados por los equipos ligados a la universidad de Pensilvania y a la obra de Martin Seligman han sido particularmente influyentes, en especial el programa PENN. En general son programas breves con un promedio de alrededor de 10 sesiones. Con distintos énfasis los talleres en general, están destinados a la enseñanza y entrenamiento en estrategias y técnicas como las siguientes: aumento de las actividades placenteras, entrenamiento en habilidades sociales, automonitoreo y autorrefuerzo, entrenamiento en resolución de problemas, entrenamiento en relajación, reestructuración cognitiva, interrupción de pensamientos, autoinstrucciones. Solo excepcionalmente los programas toman como foco explícito, aparte del entrenamiento en técnicas cognitivo conductuales, temas relacionados con las preocupaciones propias de la niñez y adolescencia.
- Opciones que los familiares podrían poner en funcionamiento para evitar que la persona caiga en una depresión severa.
- Facilite al muchacho el integrarse poco a poco en el grupo familiar.
- No le regañe por estar deprimido ni le diga que debería sentirse de otra forma porque no tiene razones para deprimirse.
- Revise si la dinámica familiar le está causando problemas a su hijo o hija.
- Demuéstrele que él o ella es importante dentro del grupo familiar. Hágale sentir importante y sobre todo querido sin condiciones.
- Escúchelo, trate de ponerse en el lugar de su hijo y comprenderlo. Ofrezca apoyo incondicional.
- Busquen juntos soluciones a los problemas.
- Permita que él pueda darse cuenta de que muchas ideas que lo deprimen no tienen sentido, o bien que otras situaciones reales se puedan resolver.
- Asesórese de cómo debe comunicarse con su hijo y enfrentar diferentes problemas.
- No se lo diga tratando como el niño que era antes. Tome en cuenta su punto de vista y respételo aunque no lo comparta.
- Vigile y asesore su alimentación.
- Facilite que se alimente mejor cada día. En caso necesario busque ayuda con su especialista en nutrición.
- Facilite la incorporación a grupos y el hacer lo que a él o a ella le pueda hacer sentir diferente.
- Incítelo o incentívelo a la práctica deportiva. El deporte puede funcionar como un antidepresivo natural.
- Refuerce su autoestima.
- De ser necesario ofrezca apoyo educativo, busque ayuda psicológica y médica.
- Incentívelo a no descuidar su área espiritual.
Manuel Bobis Reinoso.