Explicamos las causas y características de la disnea por ansiedad, y qué hacer ante ella.
La ansiedad puede manifestarse en el cuerpo de distintas maneras, todas muy desagradables: sudoración en las manos, palpitaciones, sensación de mareo o cansancio, entre otras. Uno de los síntomas más habituales de la ansiedad es la sensación de tener dificultades para respirar correctamente. Sentir que falta del aire o que éste ingresa incorrectamente en el organismo es una experiencia muy incómoda para la persona que la sufre.
¿Qué es la disnea por ansiedad?
Existe un término clínico que abarca un amplio espectro de síntomas relacionados a la percepción subjetiva de tener dificultades para respirar: disnea. Aunque es importante señalar que existen muchas causas médicas que podrían subyacerle a la disnea y por lo cual siempre es importante consultar con un médico —como el asma, una neumonía o el desacondicionamiento físico— existe la posibilidad de que sea un síntoma consecuente de la ansiedad. En este artículo veremos en qué se fundamenta la disnea por ansiedad y una estrategia concreta que puede implementar una persona con dificultades respiratorias de este tipo.
El mensaje de la ansiedad
A simple vista, el impulso que siente una persona cuando percibe que no puede respirar correctamente debido a la ansiedad es el de quiero que me quiten esto, ahora mismo, como si se tratara de una pulga aferrada con fuerza al pecho y que se niega a despegarse de ahí. Es común que los pacientes o consultantes le transfieran al psicólogo este pedido incluso desde la primera sesión, lo cual es completamente lógico y válido.
Nadie en este mundo quiere sentirse mal. Pero hay un problema: queramos o no, en determinadas situaciones específicas —en conversaciones difíciles, ante disyuntivas en las que no sabemos qué hacer, frente a pérdidas…— nos acabaremos angustiando, enfadando, entristeciendo, y cómo no, sintiéndonos ansiosos.
No podemos escapar del dolor, pero tampoco está tan mal esa sentencia. Las emociones dolorosas también son útiles. La ansiedad es una emoción común a todos los seres humanos, es normal y adaptativa, ya que nos advierte de la existencia de un peligro real o hipotético que podría causarnos daño. Esa emoción la podemos notar mediante ciertas sensaciones corporales, como la sensación de sofoco o de obstrucción a la hora de respirar, que podríamos agruparlas dentro de la disnea si quisiéramos emplear un vocabulario médico. Todo ese paquete viene a decirnos algo: que somos humanos y que detrás de ese dolor hay cosas que nos afectan y muy probablemente que también nos importan. La ansiedad nos informa, puede ser una gran mensajera, ya que podría señalarnos que hay obstáculos o amenazas interponiéndose entre nosotros y lo que deseamos.
El problema no es la ansiedad ni la disnea, sino qué hacemos con ellas
Todos y cada uno de nosotros sentimos ansiedad. El problema está en que, muchas veces, reaccionamos de forma inmediata a lo que sentimos sin ponderar cuál es el mejor modo de responder frente a una situación, o sin considerar qué comportamiento nos acercaría más hacia donde queremos dirigirnos. De hecho, muchas personas tendemos a obrar con el objetivo de huir de esas emociones desagradables.
Veámoslo con un ejemplo. Juan y Martín, los dos mejores amigos de Luciano, lo invitan al cine esa noche. Luciano accede, porque cómo iba a decir que no, si se trata del estreno de la última película de la saga de la que los tres son fanáticos. Pero Luciano sabe que la sala estará llena, lo cual le produce mucha ansiedad. Con tan solo imaginarse sentado durante casi dos horas en un lugar con tantísima gente empieza a costarle respirar. Por esa razón, a último momento, Luciano decide poner una excusa para no ir. Eso lo alivia de la sensación en el pecho que le acompañó durante toda la tarde. Ahora Luciano se siente bien. Pero al rato, al ver las fotos de sus amigos que sí fueron al cine, piensa en lo mucho que le hubiera gustado ver la película y compartir ese momento con ellos. En otras palabras, Luciano evitó la ansiedad al decidir quedarse en casa. A corto plazo se sintió mejor, pero a la larga pagó un precio por ello.
Repetimos, el comportamiento de Luciano es comprensible. Nadie en este mundo quiere sentirse mal. Las emociones, como así también nuestros pensamientos, pueden brindarnos información acerca de nuestras historias de vida, de quiénes somos, de nuestros valores y del mundo en el que vivimos. La clave está en que son muchas veces nuestras emociones y pensamientos las que comandan hacia dónde nos dirigimos en nuestras vidas y no nosotros. Continuando con nuestra situación, Luciano podría haber tomado la decisión de, aún en presencia de esa ansiedad, acudir al cine dado que había algo valioso en esa acción (ser un amigo presente, por ejemplo). Eso sí, esta situación hipotética tiene sus limitaciones —muy probablemente esa exposición para Luciano hubiera requerido de una graduación— pero basta para ilustrar la siguiente idea: huir de las sensaciones físicas que acompañan nuestras emociones puede hacerlas desaparecer, pero solo por un breve período de tiempo. Y, por si fuera poco, en ese cometido acabamos alejándonos de lo verdaderamente valioso para nosotros (en el caso de Luciano, sus amigos).
Una estrategia concreta para quien sufre disnea por ansiedad
Tenemos la posibilidad de decidir cómo queremos actuar incluso en presencia de emociones displacenteras como la ansiedad. Cuando alguien siente que tiene dificultades para respirar correctamente, es probable que empiece a invadirle un impulso imperante por erradicar esa sensación física de su cuerpo. Sin embargo, es aquí donde podría ser útil poner en práctica estrategias de aceptación hacia la emoción y las sensaciones que la acompañan. Esto implica notarlas, hacerles lugar en nuestro cuerpo, permitiendo que aparezcan sin resistirse a ellas ni juzgarlas. Las prácticas mindfulness sirven para este propósito: no se trata de eliminarlas ni de reducirlas, sino de ser conscientes de qué sentimos en ese preciso momento para decidir cómo accionar de manera acorde a nuestros valores y no de forma automática. En otras palabras, no queremos erradicar la disnea ni aliviar la ansiedad, sino aceptarlas para poder tomar acciones valiosas incluso en presencia de ellas. A continuación, dejamos una serie de instrucciones que pueden servir para llevar la atención hacia la ansiedad en lugar de evitarla:
Siéntate en una posición erguida aunque cómoda, sobre los isquiones. Puedes cerrar los ojos si así lo deseas. Siente cómo el aire entra y sale por tu cuerpo. Escoge el lugar donde más sientas la respiración: las fosas nasales, el pecho, el abdomen. Es un ancla al presente. No tiene por qué agradarte la sensación, no la juzgues, sólo deja que suceda tal cual está sucediendo.
¿Hay un lugar del cuerpo en el que sientes esa emoción difícil? Esa emoción, ¿tiene una forma? ¿Cuál? ¿Pesa? ¿Tiene temperatura? ¿Color? Intenta llevar tu respiración a ese lugar. ¿Cómo se siente? ¿Ha cambiado algo, o no? ¿Hay algo que esta emoción quiera decirme? ¿Vale la pena actuar en función a ese mensaje, o no? ¿Qué debería hacer?
La práctica de este ejercicio puede servir para entrenarte en aceptar las sensaciones físicas de la ansiedad. Practicar de forma regular es fundamental para mantener una actitud abierta respecto a las emociones. En cualquier caso, de ser muy difícil la práctica de éste y otros ejercicios o ser la disnea muy inhabilitante, la consulta con un terapeuta podrá ser de gran ayuda para seguir adelante.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/disnea-por-ansiedad