Veamos hasta qué punto podemos entrenar la capacidad de ser resilientes.
Nuestra existencia está llena de desafíos. Todos debemos aprender a afrontar los problemas y las dificultades como partes indisociables de nuestro desarrollo como seres humanos. A esta capacidad para poder manejar con éxito y superar las crisis se la conoce como resiliencia. La resiliencia se refiere a la capacidad para afrontar y superar los momentos difíciles, pero también para recuperarse de ellos.
Esta capacidad de recuperarse y continuar con una mentalidad positiva ante las dificultades diarias puede ser la diferencia entre alguien capaz de funcionar bajo presión y alguien que pierde la calma ante los imprevistos. Por lo general, las personas resilientes afrontan con mayor eficacia los momentos de estrés.
Desde el campo de la psicología se ha puesto en evidencia que algunas personas nacen con mayor capacidad de resiliencia que otras. Sin embargo, esta actitud también se puede aprender; en este artículo recogemos una serie de técnicas para desarrollar la propia resiliencia. Ya sea que nos estemos preparando para el futuro o estemos pasando por un momento difícil en la actualidad, estos métodos pueden ayudarnos a enfrentar la vida con más eficacia.
¿Qué es la resiliencia?
En pocas palabras, se define la resiliencia como la capacidad de recuperarse después de enfrentar dificultades.
Cuando nos encontramos frente a situaciones en la vida difíciles de manejar, tenemos básicamente dos opciones. Podemos rendirnos y dejarnos derrotar por la situación o cultivar la resiliencia. Es decir, tratar de superarla.
El diccionario de la Real Academia Española de la lengua define la resiliencia como la capacidad del hombre para afrontar circunstancias extremas y superarlas. Muchos psicólogos sugieren que la resiliencia, además de ayudar a las personas a superar las situaciones traumáticas, también permite aprender de ellas y desarrollar nuestro potencial como seres humanos.
La resiliencia, como elemento psicológico, se describió por primera vez en los años 70. La psicóloga del desarrollo estadounidense Emmy Werner estudió, hace alrededor de 20 años, a un grupo de personas de la isla de Kauai, una pequeña isla hawaiana relativamente pobre.
Su investigación terminó en 1973, con un resultado que puso de manifiesto las diferencias en la capacidad de resiliencia entre las personas participantes. El estudio concluyó que dos tercios de los sujetos de estudio con padres alcohólicos o con enfermedades mentales manifestaban problemas en la edad adulta. Sin embargo, un tercio de los adultos jóvenes fueron descritos como «resilientes» y no mostraban signos de dificultades a pesar de su crianza.
Si ampliamos la definición de resiliencia; una persona es resiliente cuando usa procesos mentales y comportamientos para protegerse de factores de estrés, o sus efectos negativos, mientras promueve una actitud positiva. Al término también se le asocia la capacidad de recuperación, es decir, la capacidad para salir tranquilamente de una situación difícil sin repercusiones duraderas.
Existen algunas situaciones, condiciones de salud o rasgos psicológicos que limitan la capacidad de resiliencia. Al examinar de cerca estos factores, podemos reconocer mejor qué aspectos de los comportamientos y condiciones favorecen o impiden una mayor resiliencia. Entre estas características se incluyen:
- El sobreanálisis
- Dificultad para pensar con perspectiva
- Personalidad pasiva
- Peor estado de salud general
¿Cómo desarrollar la capacidad de resiliencia?
La capacidad de resiliencia está estrechamente ligada a otros factores de salud general. Al tomar medidas positivas para mejorar nuestro estilo de vida, también podemos desarrollar habilidades de resiliencia. Las acciones que realizamos para cuidarnos, como comer bien y hacer ejercicio, nos permiten enfrentar mejor las dificultades de la vida diaria. A continuación recogemos una serie de consejos generales que pueden ayudar a desarrollar una mejor capacidad de resiliencia.
1. Encontrar un propósito
La búsqueda de sentido es una necesidad intrínseca del ser humano; sin embargo, muchos de nosotros parecemos caminar sin rumbo hasta que algo nos abre los ojos. Algunas personas después de enfrentarse a una situación traumática, como la muerte de un ser querido, necesitan dotarla de un significado positivo para poder seguir adelante. Con esta motivación, pueden decidir fundar organizaciones benéficas para tratar de que no se repita o simplemente cambiar su forma de vivir y afrontar las situaciones. Encontrar un propósito después de una crisis o tragedia es una parte importante de la recuperación.
2. Confiar en las propias capacidades
El desarrollo de la resiliencia comienza con el de la confianza en nosotros mismos y nuestras propias habilidades. Esto incluye confiar en nuestra capacidad para lidiar con los factores estresantes de la vida, o en los propios mecanismos de afrontamiento en el caso de crisis. Esta seguridad en nosotros mismos se puede lograr aprendiendo nuevas habilidades, mejorando las existentes o asumiendo nuevos desafíos.
El desarrollo de una buena autoestima es clave para superar el estrés y recuperarse de los momentos difíciles. Para aumentarla necesitamos recordarnos con frecuencia lo que hacemos bien y lo que hemos sido capaces de lograr. Hay que recordar que la vida no es un camino fácil, simplemente el hecho de querer seguir adelante tiene mucho valor.
3. Tener relaciones significativas
Lidiar con una crisis siempre tiene un coste emocional. Contar con una red de apoyo y confianza puede ayudar a reducir considerablemente la carga. Tener personas en nuestra vida en las que podemos confiar nos ayuda a superar los obstáculos y momentos difíciles. Compartir nuestras dificultades y permitirnos hablar de nuestros sentimientos con alguien cercano no hará que desaparezcan nuestros problemas, pero si nos ayuda a manejarlos.
En última instancia, hablar con alguien de nuestras dificultades puede ayudarnos a aliviar el estrés, recibir comentarios positivos, e incluso obtener posibles soluciones que no hubiésemos sido capaces de considerar por nosotros mismos.
4. No temer a los cambios
Algunas personas, a la hora de enfrentarse a grandes cambios en su vida, se bloquean y no se sienten capacitadas para afrontar la nueva situación. En cambio, las personas resilientes son capaces de adaptarse a las nuevas circunstancias e incluso prosperar en ellas y se adaptan fácilmente a los cambios; en los momentos difíciles son capaces de ver lo positivo de la nueva situación y aceptarla sin oponer resistencia. La flexibilidad es una parte esencial de la resiliencia.
4. No temer a los cambios
Es fácil olvidarse de cuidarse a uno mismo cuando se está estresado o se experimentan dificultades. El estrés puede interferir negativamente en el interés en la comida, la práctica de ejercicio o los hábitos de sueño. En lugar de centrarnos en el estrés y sus consecuencias, es importante concentrarse en mejorar nuestra capacidad de superarnos. Esto significa invertir tiempo en las actividades que disfrutamos. Atender nuestras necesidades nos permite enfrentar los desafíos de la vida con mayor salud y resiliencia.
5. Desarrollar una actitud proactiva
La proactividad hace referencia al grado de iniciativa a la hora de enfrentarse a nuevos desafíos. Las personas proactivas tienen una actitud positiva y proponen nuevas soluciones a los problemas sin que nadie se lo pida. Las personas que son capaces de idear soluciones a un problema son más capaces de enfrentarse a los retos de la vida diaria que las que no lo hacen de forma habitual.
La proactividad es un rasgo que se puede desarrollar; para hacerlo debemos experimentar con distintas estrategias, hasta desarrollar una forma lógica de resolver los problemas que nos funcione a nosotros mismos y nos permita resolver los más frecuentes. Exponerse y resolver problemas de forma regular nos prepara para enfrentarnos a los retos y dificultades futuras.
6. Marcar metas
Para desarrollar nuestra capacidad de resiliencia es importante aprender a establecer objetivos, los objetivos concisos ayudan a establecer metas. Cuando se enfrenta una crisis, es importante mantener la cabeza fría. Las personas emocionalmente inestables a menudo se sienten incapaces de lidiar con un problema, mientras que las personas resilientes pueden establecer objetivos concretos para resolverlo. Aunque en algunas ocasiones, las circunstancias parezcan imposibles de superar, establecer metas razonables evaluando la situación de manera realista puede permitir diseccionar el problema y dividirlo en una serie de pasos (objetivos) más pequeños.
Así que cuando nos sentimos abrumados por una situación, lo mejor es dar un paso atrás para evaluar su verdadero alcance. Analizar las posibles soluciones y dividirlas en pasos alcanzables.
7. Pasar a la acción
Los problemas no desaparecen por sí solos. Adoptar una actitud pasiva frente a los problemas frecuentemente conduce a prolongarlos. En su lugar, es necesario trabajar de inmediato para encontrar posibles soluciones cuando aparece un problema por primera vez. Aunque no exista una solución rápida o total, siempre se pueden tomar medidas para mejorar la situación actual y reducir el estrés.
Para enfrentarse a los problemas de manera efectiva, es necesario no fijarse en el trabajo que aún queda por hacer, sino concentrarse en el progreso que ya se ha logrado, a la vez que planificamos los próximos pasos que nos permitan avanzar hacia la mejora. En lugar de esperar pasivamente, actuar de manera proactiva nos permite no solo resolver los problemas, sino también hacer realidad nuestros objetivos.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/es-posible-aprender-ser-resiliente