¿Hasta qué punto el COVID-19 solo desgasta la salud física y no deja secuelas psicológicas?
El impacto psicológico de los casos clínicamente significativos de COVID-19 (es decir, aquellos casos en los que la persona experimenta síntomas que son lo suficientemente importantes como para concluir que está pasado por una enfermedad, porque su calidad de vida se ve dañada) es uno de los aspectos más desconocidos de la pandemia, porque se tiende a poner el foco en las alteraciones físicas que produce esta patología.
Sin embargo, los estudios realizados acerca de este tema muestran unos datos preocupantes. Veamos, pues, qué se sabe acerca de las secuelas mentales propiciadas por la enfermedad del COVID-19.
¿hay secuelas psicológicas por la enfermedad del COVID-19?
Un estudio realizado por parte de investigadores del Hospital San Rafael de Milán a partir del seguimiento de 402 pacientes adultos que habían pasado COVID-19 ha permitido comprobar que más de la mitad de ellos (el 55%) sufrieron secuelas psicológicas. Así, el 42% desarrolló un problema de ansiedad, el 40% pasó por una etapa de insomnio, el 28% sufrió un trastorno de estrés postraumático, el 31% llegó a tener depresión, y el 20% presentó síntomas atribuibles al Trastorno Obsesivo-Compulsivo.
En esta misma línea, otro estudio basado en un meta-análisis de más de 70 investigaciones realizadas en países de todo el mundo mostró que en la fase aguda de pacientes tratados en el hospital por COVID-19 eran relativamente habituales síntomas como el estado de ánimo depresivo (34%), la ansiedad (35%), los problemas de memoria (34,1%) y el insomnio (41%). Por otro lado, en la etapa posterior a sufrir COVID-19 también era relativamente común el hecho de sufrir un trastorno psicológico, como los trastornos de ansiedad (14,8%), la depresión (14,9%), el insomnio (12,1%), problemas de memoria (18,9%), y trauma (32,2%).
Tal y como vemos, los trastornos más habituales son tanto los de ansiedad y la depresión, los dos grupos de psicopatologías más comunes en la población general (no solo en personas con COVID-19) como otros asociados al miedo y la imposibilidad de salir de bucles mentales, como el TOC o el insomnio; y también parecen destacar las alteraciones de la memoria, algo que suele darse en situaciones de mucho estrés.
Causas
¿Cuál es la causa de estas alteraciones? Algunos indicios que revelan estudios anteriores muestran que varios trastornos psicológicos muy importantes, como la depresión, podrían tener entre sus causas principales los procesos inflamatorios que afectan al cuerpo durante un periodo relativamente prologado, así como las alteraciones que afectan al sistema inmunitario: el cuerpo entra en un estado de “alerta” en el que las funciones biológicas asociadas a un buen estado mental quedarían desatendidas con tal de mitigar otros problemas más inmediatos.
Sin embargo, no podemos olvidar que el modo en el que perciben e interpretan las cosas los pacientes con COVID-19 y quienes han pasado por esta enfermedad también tiene mucho que ver con la salud mental y puede dar lugar a problemas psicológicos.
Así, gestionar de una manera deficiente el miedo que produce la experiencia de una hospitalización o una cuarentena en casa, por ejemplo, puede alimentar la aparición de trastornos de ansiedad y el insomnio, y el estilo de vida poco activo y vinculado al aislamiento social es un caldo de cultivo para la aparición de la depresión; del mismo modo, el hecho de haber pasado por una fase en la que se teme por la propia vida o por la de los seres queridos (por la posibilidad de un contagio) también puede dar lugar al trauma psicológico.
Y por supuesto, una mala gestión del miedo a los contagios o al empeoramiento de la enfermedad puede hacer que se dispare la sintomatología del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (por ejemplo, llevando a la persona a lavarse las manos constantemente y cada vez de maneras más complejas).
En definitiva, la enfermedad del COVID-19 puede producir secuelas psicológicas tanto por el modo en el que la persona gestiona lo que le ocurre y el modo en el que es atendida por sanitarios o familiares, como por posibles desencadenantes de naturaleza orgánica que alteran el funcionamiento de su cuerpo. Es decir, que en muchos aspectos, los problemas psicológicos durante y después del COVID-19 no tienen por qué estar producidos por la enfermedad en sí misma, sino que pueden ser el producto de variables psicológicas vinculadas a la manera en la que la persona vive esa situación. Y eso significa que hay un cierto margen de maniobra para velar por la salud mental a través de la realización de ciertos hábitos, ejercicios de modulación de las emociones y de la ansiedad, rutinas a aplicar en las relaciones personales, etc.
Así, ayudar a las personas a gestionar la ansiedad y la angustia, darles apoyo en los momentos de enfermedad para que no queden atrapadas en el círculo vicioso de la rumiación, darles pautas y hábitos de estilo de vida psicológicamente saludable y evitar que permanezcan durante varias semanas en un estado de total aislamiento social es importante parara prevenir y mitigar los síntomas de los trastornos mentales más frecuentes.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/secuelas-mentales-covid