Una reflexión sobre los problemas que genera la creencia de que el alcoholismo es algo normal.
Cuando hablamos de alcoholismo, nos referimos a una enfermedad (crónica y progresiva) que influye en aquellas personas que consumen alcohol compulsivamente y de manera descontrolada, aun sabiendo los efectos negativos que tiene para su salud (física, mental y social).
El alcoholismo es una enfermedad porque presenta ciertas características concretas, entre ellas la pérdida de control al consumirlo y la dependencia física. Además de las consecuencias negativas que tiene para la salud, destacar su afectación a las relaciones personales, a la economía y al trabajo. En este sentido, es importante no normalizar la adicción al alcohol. Veamos por qué.
¿Qué conseuencias tiene normalizar el alcoholismo?
Normalizar el alcoholismo significa aceptar como algo común un comportamiento perjudicial y adictivo para la salud. Cuando se asume el alcoholismo como algo “normal”, se está evitando reconocer la gravedad de la enfermedad y además se entorpece la búsqueda de ayuda de las personas afectadas.
En primer lugar, puede llevar a minusvalorar los riesgos relacionados con el consumo excesivo de alcohol. Las personas pueden minimizar los peligros para la salud física y mental y para las relaciones sociales.
Del mismo modo, el alcoholismo puede conllevar a pensar que el consumo excesivo de éste es aceptable y deseable en determinados contextos. Ésta idea puede desembocar en un aumento del consumo de alcohol, en especial de las personas jóvenes cuando comienzan a hacer vida social ya que lo perciben como un comportamiento de la vida aceptado.
Se produce también, una reducción de la estigmatización. Normalizar el alcoholismo tiene como consecuencia una disminución de la estigmatización y esto puede ser positivo (fomenta la búsqueda de ayuda) o puede influir en que las personas no se mentalicen en buscar tratamiento porque subestiman la gravedad del problema. Es importante destacar el impacto en la salud pública ya que se producirá un aumento en los problemas de salud relacionados con el alcohol, que darán lugar a enfermedades mentales, cardiovasculares, hepáticas (entre otras).
Cabe destacar el impacto significativo que tiene en las relaciones sociales, en el trabajo y en la economía. Cuando se normaliza el alcoholismo, se están aceptando comportamientos perjudiciales, por lo que se incrementa esa conducta y con el paso del tiempo se ve perjudicado el bienestar económico (gran parte del salario va destinado al consumo de alcohol) y el círculo social (muchos amigos y familiares se desvinculan de personas con adicción al alcohol).
Salud mental y alcoholismo
La relación entre el alcohol y la salud mental es bidireccional, ambos están conectados de diversas maneras y el abuso del alcohol puede afectar de manera negativa a la salud mental, pero cuando se sufre un problema emocional también puede desembocar en el abuso de sustancias alcohólicas. Existen diversos aspectos claves de esta relación.
1. Auto medicación
Algunas personas abusan del consumo de alcohol para así hacer frente a sus problemas de salud mental como por ejemplo síntomas depresivos, ansiedad o estrés. Al principio, el alcohol puede producir un alivio de los síntomas, pero a largo plazo empeorará los problemas de salud mental además de contribuir a desarrollar un trastorno por consumo de éste.
2. Impacto para la salud mental
El abuso crónico del alcohol puede aumentar el riesgo de sufrir depresión, estrés y otros trastornos mentales, además de la asociación que tiene con el cambio en el funcionamiento cognitivo contribuyendo así a deteriorar la salud mental.
3. Factores genéticos y ambientales
Existen factores genéticos y ambientales que pueden provocar el desarrollo de trastornos mentales y problemas con el alcohol por lo que aquellas personas con antecedentes familiares pueden tener más predisposición al desarrollo de éstas.
4. Círculo vicioso
El alcoholismo y la salud mental puede desembocar en un círculo vicioso. El abuso de alcohol agrava los síntomas de los trastornos mentales pero al no ser capaz de afrontar determinados problemas también puede dar lugar a un aumento del consumo de alcohol.
El alcoholismo y la familia
El alcoholismo puede tener un impacto significativo en la familia ya que crea un ambiente emocional bastante tenso, además de la angustia que provoca ya que si es una situación nueva, no se sabrá cómo gestionarla.
A menudo, el alcoholismo contribuye a provocar peleas, conflictos, tensiones debido al comportamiento (en ocasiones agresivo) cuando se ha abusado de la sustancia. Se produce un deterioro en las relaciones familiares ya que la confianza disminuye, lo que daña la estabilidad y cohesión familiar.
En cuanto al estrés y ansiedad, es normal que la familia lo experimente ya que viven con incertidumbre de que se den los comportamientos indeseables provocados por el exceso de alcohol. Los miembros de la familia suelen sentirse preocupados por el bienestar emocional y físico de la persona consumidora de alcohol.
Por otro lado, el dinero en lugar de destinarse a necesidades básicas de la familia se destina en gran parte al consumo de alcohol y esto afectará a la estabilidad económica del hogar. Además, en lo que respecta a los niños de la familia pueden experimentar dificultades en el desempeño académico ya que al tener problemas emocionales, no rendirán de la misma manera en los estudios.
La vergüenza asociada con el alcoholismo conlleva el aislamiento social de la familia, y además existe miedo al juicio de las personas que le rodean, por lo tanto no solo la persona adicta se aísla sino que también su familia comienza a cerrar el círculo social.
Por último, la violencia dentro de la vivienda puede verse incrementada por el alcoholismo debido al comportamiento impulsivo asociado al exceso de alcohol. La seguridad de la familia se ve afectada y a nivel mental tendrá diversas consecuencias negativas.
Cabe destacar que existen recursos de apoyo para la familia y es conveniente acudir a un profesional para trabajar junto a la persona consumidora hacia la recuperación.