Un sentimiento normal que, con conocimientos, puede convertirse en confianza.
Los tiempos actuales, llenos de alternativas, estrategias y técnicas que prometen la sanación o el equilibrio mental y emocional, pueden llevar a confundirnos y hacernos sentir perdidos en un mar de propuestas. Es de esperarse que en una basta lista de posibles alternativas para atendernos y sentirnos mejor, desconfiemos de algunas de ellas o de muchas.
Un poco de contexto histórico
Desde la antigüedad de los tiempos, en los inicios de la historia de la humanidad, ha existido la figura del curandero o sacerdote, a quien se recurría en busca de aliviar el dolor. Hoy en día la expectativa hacia médicos, psicólogos, asesores, o hacia quienes invitan a las personas a ser sanados es la misma. Las personas hemos necesitado desde siempre creer en algo o alguien, tener fe nos calma y nos hace sentir mejor. En el caso de la psicología y todas sus vertientes, su desarrollo y aplicación no consisten en un acto de fe.
En un momento en el que la humanidad vuelve a afrontar incertidumbres externas relacionadas con la economía, la escasez de agua, conflictos sociales, pandemias, guerras y diversos temas que abruman nuestras mentes y que se entrecruzan con las ansiedades internas propias de cada persona, requerimos orientación para entendernos, acomodar nuestros pensamientos y emociones, y ajustarnos a las exigencias de la realidad y a nuestras posibilidades internas.
Es tarea fundamental de todos los seres humanos, encaminarse en la búsqueda de conocerse a sí mismos. Y a lo largo de los tiempos hemos observado que cuanto más se busca, más profundo crece el deseo por encontrarse. En este camino hay grandes obstáculos, como el de negar que somos producto de una evolución histórica como especie y como individuos, así como la negación de que todo aquello que nos ocurre puede ser comprendido y explicado por leyes naturales que justamente la psicología ha dedicado grandes décadas a estudiar e investigar.
¿Cómo puede ayudarme la psicoterapia?
La psicoterapia al partir de la ciencia y diversas disciplinas y teorías, ha progresado en su comprensión del ser humano y su conducta, pero ha conservado desde la antigüedad un elemento primordial entre médico y paciente, terapeuta y cliente o entre sacerdote y su consultante, y este elemento esencial es el uso de la palabra como punto de arranque de todo proceso de curación en el que se entabla una relación entre quien busca ser curado y quien deposita toda su fe y confianza en un especialista.
Es precisamente este elemento, la palabra y la confianza, los que han dado poder a métodos que engañan y producen cambios superficiales o temporales en personas con profundas necesidades de ser ayudados y desesperadas en su búsqueda por encontrar respuestas. Afortunadamente, hoy en día, no todo tiene que basarse solo en un acto fe.
Para dejarnos ayudar por un psicoterapeuta bien entrenado y capacitado, se requiere más que eso, tales como elementos propios que nos dejen acudir a pedir auxilio, la convicción de que tenemos un problema, de que este problema se debe en parte a uno mismo y de que podemos hacer algo para influir en el desarrollo de nuestra vida. Estos elementos propios y que no dependen de nadie más, son la clave para que nuestra búsqueda apunte hacia un profesional de la salud mental que pueda ayudarnos a encarar con responsabilidad y consciencia nuestras dificultades.
Es frecuente, en la práctica clínica con pacientes o en las conversaciones de la vida cotidiana con diversas personas, encontrar que se pregunten cómo es que funciona la psicoterapia, cómo es que hablando o en el caso de los niños, jugando, se lleva a cabo un evento de reflexión y cambio al interior de las personas. Mucho del éxito de un tratamiento dependerá de las propias cualidades del paciente para pensarse a sí mismo, para responsabilizarse y tolerar la confrontación con sus aspectos más caóticos y destructivos.
Otra parte dependerá de la técnica que utilice el profesional de la salud mental y de su capacitación y experiencia para tratar con diversas problemáticas. Pero, en suma, no hay magia en la labor psicoterapéutica, lo que debe existir es un especialista que se ha formado y capacitado a consciencia y con ética en lo que la ciencia ha dejado como herencia y aplicación para mejora del ser humano y su calidad de vida.
La dificultad para creer en la psicoterapia radica en lo complicado y doloroso que resulta para muchos soportar los hallazgos que se dan en un tratamiento y luego hacer los cambios en nuestra persona que representarían una mejor vida y salud mental.
La psicoterapia requiere del compromiso del paciente para creer no en el terapeuta como un salvador o mago sino en su integridad ética y profesional y en el proceso de desarrollo humano que implica dejarse ayudar por un profesional. Si has intentado ya varias estrategias o métodos y aún sientes que tu búsqueda interna da para más, es momento de dejarte ayudar y apostar por un tratamiento de mayor duración y profundidad.
Fuente: https://psicologiaymente.com/psicologia/me-cuesta-creer-psicoterapia-pero-necesita-ayuda