Veamos cómo «el niño herido» influye en nuestro desarrollo emocional mientras crecemos.
El niño herido es un término que se escucha últimamente con más frecuencia, también se conoce como niño interior o heridas emocionales.
Seguramente has escuchado en algún momento sobre este concepto. Aquí quiero hablar más a fondo de qué se trata y por qué es tan significativo para toda persona atender este tema en algún punto de su vida.
El surgimiento del niño herido
El niño herido es en primer lugar una metáfora de nuestras experiencias negativas de la infancia. Te puedes acordar de tu infancia y adolescencia como un momento en el que aún no entendías muchas cosas que pasaban a tu alrededor.
¿Por qué mamá y papá pelean tanto? ¿Por qué mamá y papá no viven juntos? ¿Qué hago cuando mamá llora o cuando grita? ¿Cómo hago para que vean mi esfuerzo? ¿Por qué mi papá nunca me sonríe, qué estoy haciendo mal?
Estas pueden ser preguntas ejemplares que un niño en edad escolar se hace a diario, ante las situaciones que observa en su hogar. Algo que muchas personas no saben sobre esta edad es que los niños, inconscientemente, también responden estas preguntas y suelen darse explicaciones; muchas veces, asumiendo la responsabilidad ellos.
Es decir, siempre piensan que los problemas están relacionados con algo que ellos hacen mal, o piensan que ellos deben hacer algo para mejorar la situación.
Entonces, ante una pregunta como «¿por qué papá no vive con nosotros?», el niño la puede responder diciendo: Papá tiene cosas más importantes que hacer y yo no soy tan importante como para quitarle demasiado tiempo. O, cuando mamá y papá dan mucha importancia al rendimiento escolar y el/la niño/a se pregunta «¿cómo hago para ser visto por mama y papá?», entonces se responde esta pregunta diciendo inconscientemente algo como «debo esforzarme más, debo mostrar siempre buenas calificaciones para recibir amor».
Las preguntas que se hacen los/las niño/as en su gran mayoría tratan de asegurar su vínculo con los padres (o figuras de cuidado principal). Para un/a niño/a es vital saber que mamá y papá están cerca y que lo reciben y lo aceptan, porque eso garantiza su supervivencia.
Es una necesidad instintiva que tenemos todos los seres humanos al inicio de la vida, necesitamos garantizar nuestra supervivencia y eso, siendo chiquitos, lo hacemos asegurando que nuestros cuidadores estén cerca. Cada niño buscará sus propias estrategias y siguiendo su propia lógica infantil para hacerlo. Pero con esta lógica puede ir en contra de sí mismo, siendo muy severo consigo mismo, por ejemplo, y así deja heridas.
Las creencias construidas del niño herido
Tú también has construido creencias en tu infancia, creencias sobre ti mismo (soy bueno, malo, inquieto, tonto…), sobre los demás personas (mama se irrita, hay que cuidar la salud de papa), sobre las relaciones (cuando hablo mucho les molesto, hay que hacerles reír…), sobre el mundo (afuera hay muchos peligros) y sobre el futuro (el futuro es incierto, debo asegurar mi futuro).
Estas creencias o lógicas te dieron una guía muy importante, y pensabas que si sigues estas “reglas” y actúas en función de ellas, vas a estar seguro/a y vas a recibir amor y aceptación.
Cada niño/a tuvo experiencias diferentes y según sus experiencias construyó sus propias creencias y estableció un concepto sobre sí mismo, los demás y el mundo. Entonces el/la niño/a herido/a representa las creencias y la autoimagen negativa que has construido en tu infancia. Son tus heridas porque representan creencias negativas sobre ti mismo y tus miedos, cómo por ejemplo:
- No hago lo suficiente.
- Soy inadecuado.
- No valgo nada.
- Soy feo/a. Soy muy gordo/a o soy demasiado flaco/a
- Soy una carga, no soy deseado.
- No puedo hacer nada.
- No puedo confiar en nadie.
- Yo tengo la culpa.
- Debo ser tranquila/o, debo ser obediente.
- El mundo es injusto.
- etc.
Como el/la niño/a está convencido/a de estas creencias y en su pensar amenazan su seguridad de recibir amor y protección, hace lo posible para combatir contra ello.
Por ejemplo, si temes que eres una carga o un peso para tus padres, haces lo posible para no ser una carga: No hablas de tus problemas, no exiges nada para ti, intentas ser lo más liviano posible para tus padres y luego también para otras personas.
¿Por qué se asoma tu niño herido en tu vida adulta?
Ahora, ¿Por qué eso tiene relevancia para ti, que seguramente ya eres un adulto/a, hoy entiendes mucho más del mundo y te puedes dar explicaciones más acertadas sobre los problemas que te rodean?
Piensas que, al pasar a la vida adulta y tener el destino en tus manos, dejas de ser niño/a y no vale pensar demasiado en el pasado, pues lo hecho, hecho está y no se puede cambiar.
Sin embargo, la infancia ha dejado sus huellas, y el pasado no se deja enterrar tan fácilmente. Desde el momento que comienza tu vida, comienzas a escribir historias y las creencias que has adquirido sobre tí mismo en la infancia, las llevas en la vida adulta igual, porque también te han funcionado en muchos aspectos.
Si miramos el ejemplo de un niño que creció con mamá y papá, ambos muy ocupados (no por malos, sino por necesidad obviamente) y este niño aprendió que “no debe molestar”, que debe dejar a mama y papa que hagan sus cosas, porque las necesidades familiares, son más importantes que las necesidades personales del niño.
Sobre la marcha este niño aprende a obedecer, a no pedir o pedir con mucho recelo, a hacerlo todo por sí solo y se encarga de no ser un peso más para sus padres. Las creencias que adquiere sobre sí mismo podrían ser: No debo molestar, no soy tan importante, mis necesidades no cuentan, mejor hago lo que me digan para que nadie se moleste.
Esas creencias se mantienen en la vida adulta y se reflejan en sus relaciones, en su trabajo y en su postura para enfrentar los retos de la vida, siempre bajo el lema: no debo molestar, mejor hago que me digan, etc.
Tal vez otro niño en la misma situación se molesta, tiene rabietas, hace muchas travesuras para buscar la atención de mamá y papá (aquí depende mucho del temperamento de cada niño) y cuando no recibe la atención demandada o termina regañado, se queda con creencias como: «yo no soy importante, siempre quedo al último, mi voz no cuenta, no me quieren».
Este niño, de adulto, seguramente desarrolle mucha sensibilidad ante situaciones similares. Digamos que su novia se olvidó de comprarle sus papas favoritas, aunque se lo pedimos. Para la mayoría de las personas no sería un drama, pero para esta persona resuena con lo que le pasaba con mamá y papá y la frustración de no ser visto y escuchado le enfurece.
Entonces como adulta tienes situaciones de trigger (disparador), que te conectan directamente con situaciones de la infancia, cuando tuviste mucho miedo, tristeza, ira y te sentiste impotente. Cuando estás “triggered”, ya no reaccionas desde tu Yo adulto, si no respondes como cuando eras niño/a y tenías miedo, te pones a la defensiva y haces lo que te sirvió de niño/a para protegerte (pelear, callar, evadir cambiando de tema, etc.).
Por lo general reconoces tus triggers, porque son reacciones exageradas ante situaciones que no valen la pena, o porque te encuentras estancado en un tema, que visto desde fuera no parece tan complicado.
¿Qué necesitas hacer con tu niño herido?
Cuando ya has identificado tus heridas de la infancia (y aquí puede ser necesario ayuda profesional), eso te permitirá atenderlos de manera diferente.
Primeramente, es bueno hablar con tu niño/a herido/a, tratarlo desde tu Yo adulto como un padre o madre compasivo. Es decir, explicarle (explicarte a ti mismo) que las cosas que pasaron antes, no fueron tanto como piensa.
Regresando al niño del ejemplo, siendo adulto, podría explicarse que: si bien mama y papa trabajaron mucho, eso no significa que, siempre tenía que quedarse callado, sino que hubiera sido mejor que mamá y papá le hubiesen dado más atención y que él tenía derecho de exigir esta atención y tiene este derecho también ahora que ya es adulto. Ya no necesita tener miedo de ser una molestia y va a ser difícil que logre mantener siempre a todo el mundo a gusto, así que no tiene que preocuparse tanto por esas cosas.
En un segundo momento, conocer las heridas de tu niño interior te ayuda a atraparte en tus momentos vulnerables, es decir, estos momentos cuando “exageras”, pierdes el control o te bloqueas, como si fueras todavía un niño/a.
Esto requiere algo de práctica y al inicio te darás cuenta, recién después de que ha pasado. Tal vez el día siguiente, después de una pelea, que no entiendes ni como se dio y luego reconoces que en este tiempo estaba ahí en acción tu niño herido, defendiéndose del miedo al rechazo o sintiéndose abandonado o atrapado. Con el tiempo se hace más evidente y logras prevenir estos momentos en el mejor de los casos. Es un poco como cuando estás en una película 3D y te quitas las gafas para entender que solo estás viendo una película, se trata mucho de salir del territorio (donde se siente mucha ansiedad) para ver el mapa desde afuera y poder entender que no hay nada que temer.
Lo más importante para tu niño/a interior es que sea atendido/a con amor y compasión. Un niño nunca tiene la culpa, siempre requiere del acompañamiento responsable de un adulto y así mismo aprenderás a acompañar a tu niño/a interior desde tu Yo adulto, con compasión y benevolencia, para que puedan sanar sus heridas.
¿Por qué la compasión?
Estamos acostumbrados a juzgarnos por nuestros errores todo el tiempo y por lo general controlamos y vigilamos nuestra conducta, para que sea acorde a las demandas del mundo en el cual vivimos. La autocrítica nos da la seguridad de tener las cosas bajo control y de estar siempre en alerta. Eso funciona bastante bien para cumplir metas laborales y académicas, mucho más si usamos refuerzos positivos o negativos como premios y castigos (por ejemplo, «logré una meta: como premio me permito comer un pastel de chocolate», «no logré una meta: como castigo me hablo a mi misma toda la semana», «me obligó a trabajar más duro, no me permito descansar»).
Al mismo tiempo, esta dinámica de vigilancia hace que estemos siempre centrados en los logros externos, que predisponen nuestro valor personal. Solo si haces “lo correcto” te mereces amor y aceptación, entonces estás muy condicionado/a y dependiente de tu rendimiento y como este sea reconocido. A la larga eso produce mucha ansiedad, puede llevar a estados de depresión, aumento de la irritabilidad, dificultades para dormir y todos esos síntomas que ya se pueden llamar enfermedades mentales de la civilización, porque casi todo el mundo las percibe a cierto grado en su vida diaria.
Introducir una nueva voz a tu vida, que sea más compasiva y comprensiva contigo y con los demás, baja la ansiedad y fortalece la autoestima. Se trata entonces de ser una madre o un padre compasivo para tu niño/a interior y convertirte a la larga más en un amigo o amiga de ti mismo, en vez de ser tu peor enemigo.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/que-es-nino-herido